Integrantes del Área de Adopción y Fecundación Asistida de la
Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados
Lic. Marta Grinberg, marta.grinberg@gmail.com
Lic. Carlos Rubén Oks, carlosoks@yahoo.com.ar
Lic. Ivonne Rozenberg, ivonne@lic-rozenberg.com.ar
El deseo de tener un hijo responde en cada pareja a necesidades diferentes. Entre las muchas modalidades que se pueden observar apuntaremos las siguientes: el completamiento narcisista - la aceptación de la muerte individual y su superación por la vía de las nuevas generaciones - el cumplimiento de fantasías omnipotentes como tener un hijo con el padre o con la madre - la identificación especular con los propios padres, ser como ellos, sin diferencias, etc. Estas variantes estarán presentes en distintas proporciones, tanto si la pareja accede a la procreación biológica, como si optan por el recurso de la adopción.
Cuando una pareja tiene un obstáculo en la reproducción, se instala una desarmonía de lo transgeneracional, que quiebra el puzle del armado de los deseos familiares, de abuelos, tíos, etc. La pareja sostiene sobre sí la ruptura del molde deseante, se agranda la distancia entre lo que es esperable de la biología y la incertidumbre de lo que vendrá.
Surgen así los miedos, las frustraciones por no poder ver reflejados en escena el circular de todos los deseos.
La comunicación al hijo, acerca de su condición de hijo adoptivo, es necesaria, pero es sólo el inicio de un proceso de elaboración que harán las partes durante toda su vida como algo especifico de sus historias. De ello resulta que lo que puede tener un significado patológico no es la adopción en sí misma sino la forma de llevar adelante la filiación. La historia, el lugar otorgado en la triangularidad padre, madre, hijo y la articulación de las identificaciones es lo que hace que un hijo adoptivo pueda desarrollar su subjetividad, de acuerdo a lo que ha transcurrido entre los padres y él.
Una filiación es exitosa cuando los conflictos que derivan de ella tienen lugar en el interior del propio psiquismo, pudiendo tomar la expresión de síntomas de carácter neurótico, pero que de cualquier modo el sujeto se hace cargo de su historia y de su futuro.
La personalidad del niño proviene de los sueños no realizados de los padres, y son recibidos como mandatos a cumplir. Para que se produzca la filiación de un hijo por los padres y que el niño pueda reconocer su pertenencia a esa familia, es necesario que ese mandato recaiga sobre el niño. Esta imposición, la mayoría de las veces inconsciente, garantiza la continuidad de la familia y de sus valores.
El niño deberá encontrar su lugar en los sueños de los padres que anticiparon su llegada (independientemente de los medios que la hayan posibilitado).
“No alcanza nacer dentro de una familia, es preciso nacer de una familia, el sujeto singular surge de este segundo nacimiento” (Kaës). Del lado de los padres, es necesario también que reconozcan al hijo como perteneciente a la generación siguiente, es decir, como alguien esencialmente diferente de ellos mismos. Muchas de las patologías más graves tienen su origen en esta dificultad para reconocer las diferencias.
Pero no alcanza con la voluntad de los padres de transmitir la herencia (no nos referimos aquí a los bienes, sino a la historia familiar, las tradiciones, los valores morales) también es necesario, por parte de los hijos, un trabajo de apropiación, hacer suyo ese destino que implica el deseo de los padres.
“Para que la herencia sea heredada y la transmisión sea transitada es necesario que la herencia sea tomada y transformada. … existe un tiempo para dar y un tiempo para tomar y transformar” (Kaës)
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